N medio de la trinchera del coronavirus, que a día de hoy no se sabe si hay que cavar más profundo o vale con tener el borde de la zanja un poco por encima de la altura del cuello, se echa de menos que la poesía venga acompañada de más acción. Los enunciados de grandes proyectos desaparecen apilados bajo el peso de las informaciones más leídas en internet y ocurre otro tanto con los anuncios de posibles inversiones, que hacen las veces de oasis en el paisaje desértico. Por ello, hay que poner en valor, remarcado en amarillo fluorescente, lo poco o mucho que se mueve en el horizonte. Petronor se ha adjudicado recientemente la parcela del Puerto de Bilbao que necesita para construir una planta de combustibles sintéticos basada en el hidrógeno y una central de generación de gas a partir de residuos urbanos. SMC, un fabricante japonés de dispositivos de automatización de la industria, va a ampliar sus instalaciones en Gasteiz con una inversión de 20 millones de euros. Ambos proyectos generarán empleo y riqueza y demuestran que no hay nada que pare las apuestas estratégicas de la economía. La transición energética no se detiene, tampoco el salto hacia la digitalización de la industria. El movimiento se demuestra andando y la lírica, las palabras bellas, sin la física, sin la acción, se queda corta. Si el tren deja de moverse, da igual que el pasajero lleve billete de primera clase o viaje con el ganado.