L arranque del curso escolar en plena escalada re-loaded tiene mucho de bilbainada. De momento y a ciegas los padres y madres cerraremos los ojos ante el inicio de este curso incierto y confiaremos en la mascarilla, el gel, que nuestra progenie no conviva cerca de otra y, por supuesto, en la ventilación de las aulas, medidas todas que como ha quedado demostrado, según los datos veraniegos, contienen el virus que da gusto. Y en este azaroso ver venir andamos, equilibrando si las infraestructuras, el sistema y el profesorado podrán responder a las condiciones causadas por el covid, esas que cerraron las aulas en marzo y que sin muchas más certezas, abrirán de par en par en menos de una semana. Que reabrir las escuelas sea más importante para un país que otras aperturas puede parecer indiscutible pero será el calendario quien nos diga si entonces pareció una buena idea cuando estemos inmersos en un despiporre de contagiados, bajas de padres por enfermedad de los retoños y gelas enteras de asintomáticos pasando su cuarentena otoñal en casa junto a sus correspondientes padres de permiso o directamente enfermos. El agujero académico puede ser descomunal para el alumnado, así que es mejor que directamente vayan, y luego si eso, vamos viendo hasta dónde se puede alargar el género ilusionista de récords en el final de verano. Y aquí no ha pasado nada.

susana.martin@deia.eus