NOS dos mil iluminados salieron el otro día a dar un garbeo por Madrid denunciando lo que llaman plandemia, o el nuevo orden mundial. Sin mascarilla, bien juntitos, como requería la ocasión, teóricos de la conspiración, negacionistas de la pandemia, antivacunas y defensores de pseudoterapias protestaron contra el bozal obligatorio. La explicación, groso modo, es la que sigue: el virus no existe, nunca ha existido, no existe ni nunca ha existido pandemia, y los enfermos o muertos han sido por haberles, intencionadamente, inyectado "algo" en la vacuna contra la gripe. ¡Que le cuenten a Ortega Smith que el virus no existe!, con lo malito que estuvo a pesar de sus anticuerpos ibéricos. El epidemiólogo de cabecera de este movimiento es Miguel Bosé, que, como todo el mundo sabe, es una autoridad acreditada en bichos y un virólogo de pro. Dentro de poco, lo tendrán en Cuarto Milenio contando sus historias para no dormir. En este escrache a la sanidad pública, los tontos a las tres gritaban que lo que mata es el 5G, o que Bill Gates quiere inocularnos una vacuna con microchips. Bote, bote, bote, aquí no hay rebrote. Pero más cerca, el coronavirus tampoco parece una excusa para el mayor grupo de riesgo, el de los pensionistas, que han organizado una manifestación el lunes en Bilbao. Suspenden la Aste Nagusia, y ellos se encargan de sacar el Día de los Mayores a las calles. ¡Cachis!

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