tziaren semeak ez du laguna salatzen... eta zakurren aurrean, tinko ta ixilik egoiten... La negativa de algunos jóvenes (¿y no tan jóvenes?) a revelar a los rastreadores de Osakidetza la identidad de las personas con las que han estado, para intentar poner coto a un posible brote de covid-19, demuestra que, en ocasiones, la defensa a ultranza de los derechos individuales puede causar un grave daño a la sociedad en la que esos individuos viven. Me imagino a esa persona que rechaza colaborar con los servicios de salud, saliendo del ambulatorio con la cabeza bien alta y relatando después en su círculo íntimo (ese al que ha protegido tan celosamente, incluso contagiado tan amorosamente) que no ha dado ningún nombre, aunque lo han intentado por activa y por pasiva. Estamos en medio de una pandemia y resulta llamativa la resistencia de determinadas personas a asumir las medidas excepcionales que se plantean. No es un fenómeno generalizado, pero no cuesta mucho encontrar a quienes defienden a capa y espada su corralito, personal o profesional. Las tecnologías de la comunicación que existen hoy en día serían una ayuda determinante para poner coto a la expansión del virus; todo el mundo tiene un móvil en el bolsillo y eso permite saber dónde, cuándo y con quién ha estado, pero esa invasión de la intimidad choca con la privacidad, un tótem en nuestra sociedad. Así las cosas, seguiremos luchando contra el virus con una mano atada a la espalda. Tinko eta ixilik.