A jornada festiva de San Ignacio preludia ese mes de agosto en el que la mayoría de los afortunados que aún conservan sus puestos de trabajo disfruta de su anual periodo de vacaciones. Es tiempo de desconectar la neurona. En la época de prepandemia este final de julio era un momento de nervios e incertidumbre. ¿Habré metido todo en la maleta? ¿Tendré algún problema a la hora de coger el avión, el autobús o el tren que me lleve a mi destino? ¿Encontraré mucha caravana camino de mi pueblo de veraneo, con el coche hasta los topes de bultos, incluidos niños y suegra? Este año la situación ha cambiado de manera radical. Las vacaciones en lugares exóticos vuelven a ser un lujo al alcance de unos pocos privilegiados. Las visitas a localidades costeras con playas contienen gato encerrado en forma de numerus clausus para acceder a ellas o en la variedad de arenal activo, en el que no podemos permanecer tumbados en la toalla ni sentados en una silla. Solo se puede acceder a ellas con el objetivo de andar o darse un rápido chapuzón. El pueblo de nuestros antepasados, para los que tengan antepasados con pueblo, es la gran alternativa de ocio en este agosto del año 20 del siglo XXI, que más parece el año 21 del siglo XX. Así que toca echar mano de la imaginación y disfrutar de viajes virtuales y experiencias inolvidables a través del ciberespacio. Lo dicho, unas auténticas televacaciones.

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