eN modo casto. Nada de besos ni abrazos. Y mucho menos apretones de manos. Muchos países han comenzado a pedir a sus ciudadanos saludarse sin que haya ningún contacto entre las personas para evitar más contagios por coronavirus. Hasta Merkel se ha visto obligada a hacer la cobra a algún político cariñoso. La alta funcionaria de la OMS, Sylvie Briand, ya ha retuiteado un dibujo que muestra las formas alternativas de saludarse, incluidos el footshake (saludo con el pie) y el codo contra codo. En Australia aconsejan un par de golpecitos en la espalda. A partir de ahora veremos saludos estilo apache, el célebre: Jau rostro pálido. Ya me veo inclinando la cabeza, en plan japonés. Porque desde luego paso de hacer los cuernos del diablo, rollo rockero. Ni pienso. Casi prefiero cantar dos veces el Cumpleaños feliz mientras me lavo las manos, tiempo que aconseja el premier británico Boris Johnson. A poco más de un mes de la Semana Santa, las hostias consagradas están en la picota. Se acabaron los arrumacos. Todo a un metro de distancia, como dicen los italianos. Esos centímetros en los que supuestamente la gota cae al suelo y el bichito se esfuma. Por si las pantallas y los aparatitos inteligentes no hubieran hecho poco daño a la afectividad humana, ahora llega el covid-19 y acaba de rematarla. Y es que ahora los besos no son de tornillo, ni de Judas, son... virales.

clago@deia.eus