SE cumple como siempre el guion previsto de las enfermedades infecciosas, esa ruta perfecta donde a un chino le da la tos y aparece Godzilla. En Málaga, un grupo de turistas chinos fueron examinados a traición tras marearse en la carretera de Ronda, con su gran melocotón de turista desubicado y acabando sospechosos de portar el famoso coronavirus después de vomitar; su delito no era el síncope que llevaban los pobres sino su condición de chinos. Los tontos, como es sabido, siempre tienen más posibilidades de expandirse que cualquier enfermedad. De hecho, la tontuna desde principios de la Humanidad constituye un contagio en sí mismo, los estúpidos cruzan fronteras sin que nadie les dé el alto y no hay vacuna inventada contra esa infección tan sintomática que es la estupidez, con cepa en el miedo y manifestación en la ignorancia. La alarma cunde cuando un reconocido cirujano no habla del virus sino de la opacidad china, como si el comunismo fuera un criterio médico. Pero los chinos ya empiezan a ser ciudadanos escamados de tanta sospecha, porque tener los ojos rasgados y ponerte a toser es jugarte la vida. Sin embargo, nosotros no somos racistas, estos vienen a trabajar y lo hacen como idem, otro estigma. Es la locura de este asunto y también lo más bufo. La estupidez no es solo hoy epidemia, pero dejen a los chinos en paz. Con sus chistes víricos es posible que su miedo inducido sea coreano y que acabe haciendo usted el ridículo. Más.

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