SI llega a saber Franco que lo iban a despertar de su siesta eterna las hélices de un helicóptero para hacerle la campaña electoral a la izquierda española, se prende fuego. Estos días hemos aprendido un montón de cosas en materia funeraria, momificaciones, mohosidades y hasta sobre la ciencia taxidermista, no tanto por Franco sino por Sánchez, que ya es como un pavo real inanimado cuya gran faena en funciones ha sido desahuciar los restos de un dictador mientras se diseca y a la vez descompone a sí mismo entre comicio y comicio. Las coordenadas serán históricas: jueves 24 de octubre de 2019; 10:30 am. Un helicóptero surcará los cielos de Madrid para poner a Franco mirando a Mingorrubio, como la metáfora de un piloto automático en una máquina voladora del tiempo más de cuatro décadas después, devolviendo la dignidad a su sitio por pura inercia democrática. Sobrevolando una España irreconocible, saldrá de Cuelgamuros tras abrirse la robusta lápida que le hizo inmune para estar atado y bien atado a esa victoria que aún, con doscientos helicópteros, pataleos y deseos de dejar a los muertos en su sitio, nadie conseguirá dar la vuelta porque los vencidos y los vencedores de la guerra siguen y seguirán siendo los mismos. Franco inicia en helicóptero su último viaje en la historia y en una España rota por el noreste, casi como si fuera un valle plantado de farolas.

susana.martin@deia.com