ALGUNOS buscaban las pasadas elecciones un sorpasso y, sin embargo, los comicios solo han dejado una sor presa. El robo de votos a ancianas por parte de una monja en Bilbao el 28-A ha llegado al fiscal y puede suponerle tres años de cárcel. La Junta Electoral de Bizkaia ha decidido enviar a la Fiscalía una denuncia del PSE-EE sobre la hermana que, buscando el éxtasis, fue descubierta metiendo papeletas del PP en los sobres de votación de varias ancianas de la residencia de La Misericordia a las que acompañaba. ¿Sobres y PP? ¡Buf! Estaba cantado que eso solo podía salir mal. Pero si existe este pucherazo divino y el mal hábito (soy consciente del triste juego de palabras), no quiero ni imaginar qué pasará con las cartillas de los pobres aitites. Aunque tampoco hay de qué extrañarse. Si algunas robaron bebés, es peccata minuta que otras roben votos. Si algunas inmatricularon bienes inmuebles sin ser suyos, las que extravían siglas cometen apenas un pecado venial. ¡A Dios rogando y con el voto cambiando! Para más inri, todos somos conscientes de que algunos hijos e hijas modifican el voto de sus padres mayores seniles o que muchos discapacitados intelectuales -que por primera vez tuvieron derecho a votar-, metieron en la urna lo que sus progenitores les indicaron. Lo que pasa es que el PP no gana ni haciendo trampas. Ni siquiera aunque Maroto se disfrazase de monja.

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