NO ha pasado una semana desde el batacazo de la derecha española en las elecciones generales y ya emergen en el horizonte las municipales y europeas del último domingo de este florido mayo. Unos comicios que servirán de reválida para los partidos que salieron fortalecidos el 28 de abril. Para los socialistas, porque desde la atalaya de su renovado y ampliado poder aspiran a demostrar que son el referente de la izquierda, lo que les puede devolver ayuntamientos importantes, ahora en manos de Podemos y sus confluencias. En Catalunya, para que Esquerra Republicana reivindique su implantación en una sociedad que exige voluntad de negociación y de diálogo al Gobierno de Madrid, además de justicia para sus presos políticos. Y en Euskadi, para que el Partido Nacionalista Vasco, ganador a lo grande en los tres territorios históricos hace cinco días, demuestre su capacidad de liderazgo y de saber hacer, en casa y en el Parlamento español. PSOE, ERC y PNV fueron los grandes triunfadores de la noche electoral. Pero ninguno de los tres puede dormirse en los laureles durante las próximas tres semanas. La “derechita cobarde” y la envalentonada no descansan. Al contrario, rumian su derrota y están dispuestos a recuperar estatus perdido. Y ahí son temibles. Porque no tienen escrúpulos. Y, al igual que los partidos, tampoco los electores pueden caer en la autocomplacencia. El exceso de confianza es el peor de los pecados.

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