CAUTIVAR al votante de derechas con un programa en defensa de la tauromaquia es mucho cautivar. Leo a Maroto decir que la presencia de toreros en las listas del PP busca testimonios, como si los toreros fueran mudos fuera de la política, y Abellán, ahí en su escaño, pudiera él solo y con las plazas vacías, resucitarlas. A Maroto le faltó decir que sí, que en realidad lo del toreo y sus testimonios si es algo, es testimonial y que la plurinacionalidad de España ya es como un toro, siempre en toriles dispuesto al desboque, o sea, a salir por patas. La búsqueda de votantes en defensa de la tauromaquia o es simplificar mucho la tauromaquia o es simplificar mucho al votante y pareciera que la defensa del toreo hubiera resultado tan mansa hasta ahora como la de la unidad de España, casi llevada por aficionados, hasta hoy, una novillada para críos. Los toros han terminado por convertirse en la gran metáfora del eje de la campaña y donde el discurso de las derechas bajo la férrea defensa de la unidad de España pasa también por una tutela a ultranza de los toros a base de golpes en el pecho y sangre española. Los aficionados piden respeto y libertad; los independentistas, curiosamente, también. Pero ahí están los toreros, en la búsqueda de ese escaño simbólico para dar testimonio lidiando con la política. Con los tres partidos a la faena, su utilización solo es una etiqueta que por no crear, no creará ni más afición, ni más votantes.

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