Nos preocupan mucho, con razón, las noticias falsas, pero ni reparamos en otras que, siendo auténticas de cabo a rabo, no resultan nada inocentes. Y menos, cuando se sobredimensionan en su tratamiento y teórica relevancia. Les pongo el penúltimo ejemplo. Lo hago sin ocultar cierto bochorno porque me cuento entre los que tragó, siquiera al primer bote. Ocurrió el pasado martes, cuando la mayoría de los medios perdimos el tafanario para informar sobre una largada involuntaria del ya no sé si número tres, cuatro o cinco del PP, Elías Bendodo. En una reunión a puerta cerrada con cargos locales de su partido, el tipo aseguró que le parecía posible que Sánchez sacara adelante los presupuestos. No les diré que es una menudencia, seamos serios, pero tampoco parece que estemos ante la revelación del tercer secreto de Fátima. Lo único que le concede algo de interés al asunto es que la declaración se produjera en un entorno limitado a personas cercanas, alguna de las cuales, dicho sea de paso, fue lo suficientemente indiscreta como para grabar las conversaciones y filtrarlas. A partir de ahí, el temor que expresó Bendodo se basa en un análisis de la realidad al alcance de cualquiera. No hace falta ser un genio de la politología para contemplar, habida cuenta de los abundantes precedentes, como una circunstancia bastante factible que, una vez más, el rey del birlibirloque que habita en La Moncloa sea capaz de juntar los apoyos necesarios para sacar adelante las cuentas de 2025. Pese a las ásperas advertencias de Junts, es demasiado pronto para dar por hecho que los de Puigdemont cumplirán su amenaza de tumbar un gobierno que, mal que bien, ha ido plegándose a sus exigencias. Cuando pasen el congreso de los postconvergentes y el de ERC, el acuerdo será más factible. Eso sí, faltarán los votos del resto de las formaciones de la investidura, incluidas las que nos son más cercanas, que ya saben que no han de regalar su apoyo. ¿Es para tanto lo de Bendodo? Creo que no.