COMO ya anoté en estas líneas, la semana pasada, Arnaldo Otegi confesó sin rubor que la ahora llamada izquierda soberanista no tiene prisa ni “ansiedad excesiva” por lograr la independencia. En la misma comparecencia, el coordinador de EH Bildu refrendó el carácter de su formación como abertzale y socialista. Me centro en lo segundo, porque todo apunta a que la ansiedad y la prisa por alcanzar el socialismo son todavía menores que en el caso de la independencia, según comprobamos anteayer, cuando el candidato a lehendakari, Pello Otxandiano, presentó la propuesta de política industrial de un hipotético gobierno vasco encabezado por él. De entrada, para los que peinamos canas, es imposible no sonreír con amargura al recordar que durante los últimos cuarenta años las fuerzas predecesoras de Bildu no solo han despreciado la política industrial sino que la han combatido más allá de la teoría, ustedes me entienden.

Hoy, con el adanismo habitual en tantas otras materias, se abraza todo lo que antes era malvado. Y no crean que en una versión colectivista, proponiendo expropiaciones, incautaciones y/o nacionalizaciones de los medios de producción y las entidades financieras. Nada de eso; quitando media docena de apuntes demagógicos de imposible concreción práctica, se acepta con toda naturalidad el modelo capitalista imperante como punto de partida y de llegada. A mayor abundamiento, el documento nada revolucionario propone como si fueran nuevas fórmulas que desde hace años vienen impulsando los tildados como gobiernos ultraliberales del PNV. Así, me imagino a la consejera Tapia llorando de la risa ante la propuesta de buscar fórmulas para la participación de los trabajadores en las decisiones empresariales. Qué decir de los párrafos en los que se habla sobre la valorización de los residuos (incineración, dicho en plata) como base de la economía circular. Hay que jo…