La compasión de Díaz

– Perdonen que me repita, pero en la imagen que acompaña estas líneas tienen la prueba gráfica de lo que escribí aquí mismo anteayer. La bancada del PP aplaude a rabiar que, gracias a sus votos salvadores, haya salido adelante la reforma de la ley del solo sí es sí. Para añadir más fuerza dramática, en la parte inferior vemos a las grandes derrotadas del envite, la ministra de Igualdad, Irene Montero y la de Derechos Sociales, amén de líder de Podemos, Ione Belarra, que habían escogido conscientemente la coincidencia de colores en el vestuario. Fuera de plano, aunque hay otras fotografías que lo recogen, Yolanda Judas Díaz aplaude desde bien lejos de su banco azul a las derrotadas. No hay desprecio más profundo que el de la compasión. Habría que preguntar a Montero y Belarra si les dolieron más las palmas de los desprejuiciados peperos o la conmiseración de su enemiga íntima. Apuesto, sin dudar, por la segunda opción.

Reflexionar

– Como las desgracias nunca vienen solas, la casualidad –o quizá, la causalidad– quiso que apenas una hora después del apabullante respaldo a la reforma de la malhadada reforma, se difundiera urbi et orbi la última entrega del cis-de-Tezanos que augura que Sumar se come con patatas a Podemos y lo deja en un tercio de su representación actual. De acuerdo, aunque lo paguemos entre todos, es el sondeo menos creíble y peor intencionado de cuantos conocemos. Pero es que resulta que esta vez coincide casi hasta el octavo decimal con todas las encuestas, más o menos interesadas, elaboradas por gabinetes demoscópicos privados que han publicado medios de comunicación de las más diversas obediencias ideológicas. Desde los medios de Prisa a El Español de Pedrojota, pasando por ABC o La Razón, la coincidencia es palmaria. El proyecto de Díaz le sopla un buen puñado de votos al PSOE, pero, sobre todo, le hace un siete a los morados, convirtiéndolos en extraparlamentarios en plazas sensibles como Madrid o Valencia.

Gana Feijóo

– Ante esa realidad palmaria, con un electorado en juego que se estima en seis millones de personas en todo el Estado, caben dos posturas, básicamente. O se coge llorona y, dejándose llevar por el enfurruñamiento, se camina hacia el despeñadero por orgullo, o se le da media vuelta al cacumen y se aplica aquel genial título de un disco de Os Resentidos: Estamos en guerra, pero hay que reflexionar. Lo que va de una a otra opción queda expresado en la instantánea que ilustra mis torpes tecleos. A nadie le viene tan bien esta reyerta como al PP de Núñez de Feijóo.