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La vuelta de Javier Vizcaino En confianza

Y la reforma salió por la derecha

Y la reforma salió por la derechaE. P.

La de ayer en el Congreso fue una jornada para no olvidar. Con emoción hasta el último segundo, el Gobierno español de coalición consiguió sacar adelante por los pelos la convalidación del decreto sobre la reformilla de la reforma laboral. Quién nos iba a decir que sería con foto finish y gracias al ¿error? de un diputado del PP que votó sí cuando pretendía hacer lo contrario. Eso, después de que los dos representantes de UPN, Carlos García Adanero y Sergio Sayas se pasaran por el arco del triunfo la orden de Javier Esparza de votar a favor (¡la cara que debió quedársele a la concejala del PSN en Iruñea Maite Esporrin, que a cambio del respaldo había retirado su firma de la reprobación al alcalde Maya!). Pese al desenlace, no deja de ser ilustrativo que los votos decisivos para sacar las castañas del fuego a Pedro Sánchez y, oh sí, a Yolanda Díaz eran en primera instancia los de los navarrísimos.

Bueno, tan decisivos, en realidad, como los de Ciudadanos y el PdeCAT, formaciones que no son exactamente de obediencia marxista-leninista. Como tampoco lo es la presidenta del Banco de Santander, Ana Patricia Botín, que ha aplaudido el toque de chapa y pintura a la norma que regulará las relaciones laborales. Si es cierto que se trata de la devolución de derechos a los trabajadores, como corea la consigna oficial de sus promotores "de izquierda", habrá que reconocer el talante indiscutiblemente obrerista de la banquera, los regionalistas navarrísimos, los herederos de Convergencia (que ya secundó la reforma del PP) y de Arrimadas, líder del crepuscular partido al que acusábamos de ser la voz del Ibex 35. Se diría que hay algo que no cuadra del todo.

Uno comprende que haya que construir relatos para vender motos invendibles, pero si formaciones que no son ni lejanamente progresistas se adhieren con entusiasmo al festejo, como poco, cabe pensar que dan por salvada la parte mollar de la tan despellejada reforma. Nadie les puede acusar de incoherencia. Respaldan lo que ya respaldaron. Y por eso celebran como victoria que los que habían hecho bandera irrenunciable de la derogación a toda costa se hayan tenido que conformar con un meneíto suave. Si lo miran todo en conjunto, resulta que durante los casi diez años que lleva en vigor la supuestamente perniciosa ley, hemos vivido un descomunal engaño. Ahora resulta que no era para tanto y que bastaba con lijar media docena de aristas aquí o allá para convertirla en herramienta de creación de empleo y garante de derechos laborales. Pues vale.