UNA curiosidad. El mismo día en el que la NASA anunció quiénes son los seres humanos que volverán a pasear sobre la faz de la Luna, el Estudio de Movilidad del País Vasco nos dejó otra noticia: siete de cada diez bilbainos recorren a pila la ciudad día a día. Gene Cernan y Harrison Schmitt, de la misión Apolo 17 de la NASA, fueron los últimos en visitar la Luna. Desde entonces, nadie más. Y la situación se mantendrá así durante algún tiempo, hasta que en noviembre del año que viene los astronautas Christina Koch, Jeremy Hansen, el piloto Victor Glover y el comandante de la misión Gregory Reid Wiseman suban en el imponente megacohete Space Lauch System (SLS) y su recién estrenada cápsula Orion y alcancen ese sueño de poetas, científicos y enamorados.

También Bilbao tiene su atractivo, una singular fuerza de la gravedad que nos lleva y nos trae, que nos lleva y nos trae; que nos invita a movernos de acá para allá por sus calles. Ya sé que los números están contaminados por los efectos y los estragos de la pandemia (las cifras corresponden a 2021, un año aún barnizado por las precauciones...) pero sí que describen una realidad.

De aquella medicina de la vieja escuela aprendimos la receta del “menos plato y más zapato”. El asunto de las raciones sigue resultándonos algo complicado (al menos en mi generación y otras próximas...) y, como si buscásemos un contrapeso, el asunto de los paseos es algo que nos atrae cada vez más. En principio, también porque Bilbao, como les decía, ha mejorado su poder de seducción. Resulta agradable pasear por la villa y resulta un incordio buscar una hueco libre para aparcar, eso también es cierto. El paseíto no nos viene nada mal, seamos sinceros. Van a la Luna en nuestro nombre, en el de la humanidad. Y en Bilbao nos entrenamos por si...