Toda vez superado el proceso electoral que ha llevado al empresario bilbaino Jon Uriarte a convertirse en el 33 presidente del Athletic, es momento de que esa transformación que ha sido el eje de su campaña se materialice desde los primeros compases de su mandato ya que ahora aprieta el tiempo ante una temporada atípica, inminente en su arranque en lo deportivo y que espera ver el proyecto económico que dote al Athletic de los recursos necesarios para afrontar esta nueva etapa donde merece mención especial el acierto en la elección de San Mamés para las votaciones, una novedad de éxito que queda en el haber del presidente saliente. Cómodo, amplio y un lugar de encuentro para la masa social del Athletic. Entre las claves que han llevado a Uriarte a hacerse con el sillón de Ibaigane destaca que el ganador ha sabido crear un estado de ánimo y una opinión favorables en la masa social que le han llevado en volandas hasta la presidencia. Han sido suficientes la imagen, que se ha asentado como el principal referente para decantar a los socios y socias, y la apuesta por un impulso de renovación generacional, con el ahora cabeza visible de la institución recién cumplidos los 44 años y el tradicional mensaje del cambio con ningún nombre en su plancha relacionado con el anterior equipo gestor. Relevo generacional y transformación han opacado a la profusión de los programas más elaborados que no se valoran a la hora de decantar el voto entre los tres candidatos que estaban en liza. Lo positivo del voto, si bien es reseñable el cosechado por Uriarte con un 46% del electorado, reside en el récord de participación, de más de 22.000 votos, un volumen del 58% que refuerza la legitimidad a su victoria. Una legitimidad que debe cerrar debates estériles pero no impide que el nuevo equipo rector sea consciente de que hay una mayoría de socios que no le votaron. Cohesionar a toda la afición debe ser una de sus prioridades en el mandato que tiene por delante. Por ello, hay que desearle la mejor de las suertes y acierto, que se oriente en beneficio de la institución y la afición, aunque el sentir general seguirá dependiendo de que el balón entre más veces en la portería rival que en la propia. El futuro sigue pasando por el reto deportivo que en los últimos años ha dejado sensaciones agridulces y jugar en Europa debe ser una condición inexcusable.