A ampliación de la base de consenso en torno al presupuesto del Gobierno vasco para 2022 es una de las grandes noticias del año. Tiene el valor añadido de que se refuerza con el acuerdo entre un Ejecutivo que no precisaba de respaldo externo para sacar adelante sus cuentas y el primer partido de la oposición, que ha optado por el pragmatismo que siempre se le ha demandado. PNV y PSE no necesitaban de EH Bildu para sacar sus cuentas adelante pero siempre han mantenido la disposición al diálogo, y quien ha querido jugar un papel en el reto del próximo ejercicio ha encontrado acomodo en esa disposición. Esta circunstancia abre paso a diversas reflexiones. La primera es que, aparcadas las posiciones dogmáticas, existe base suficiente para encontrar espacios de cooperación entre diferentes desde el análisis de la realidad. El espacio de divergencia clásico entre PNV, PSE y EH Bildu no ha sido óbice para configurar posiciones comunes en diagnósticos compartidos como la necesidad de apostar por la I+D -parámetro de profundo calado económico en el que el aterrizaje de la izquierda independentista se ha retrasado pero ha llegado al fin-, la gestión consecuente de la sanidad y su refuerzo tras la experiencia de los últimos y lo que apunta en los próximos años o la necesidad de extender la red de protección social. En todos estos aspectos y en los adicionales que han permitido alcanzar un acuerdo suficiente en torno a los presupuestos, el terreno de juego estaba también abierto para el resto de fuerzas de oposición. Deberán reflexionar sobre la posición en la que se han situado y sus expectativas de influencia en la vida política del país. El camino del consenso tiene sus servidumbres aún, como el hecho de que el acuerdo contemple la abstención pero no el voto positivo de EH Bildu a las cuentas. Es comprensible la necesidad de preservar ese margen de la oposición pero el alcance de lo concertado conlleva el reconocimiento implícito de que el presupuesto que se aprobará es el mejor de los posibles. Se trata, fundamentalmente, de la oferta trasladada días atrás por el consejero Pedro Azpiazu que, aunque recibida con frialdad en un primer momento, se ha revelado suficientemente atinada y generosa. La experiencia debería servir para afrontar otros retos inminentes en el ámbito educativo, sanitario o del autogobierno. Desde el mismo realismo se pueden reproducir consensos.