L brutal crimen que tuvo lugar el jueves en la parte trasera de la estación de Abando, en pleno centro de Bilbao, en el que un joven de 20 años fue apuñalado presuntamente por un menor de 16, ha causado conmoción y honda preocupación en la capital vizcaina. La juventud tanto de la víctima como del victimario, la monstruosidad del ataque con arma blanca y el hecho de que ambos sean migrantes -el agresor fue detenido en un centro de menores- han hecho saltar todas las alarmas, algunas de ellas injustificadas y producto de un populismo irresponsable. La seguridad de cualquier pueblo o ciudad es un problema de especial sensibilidad social y debe abordarse con rigor, prudencia, realismo, cordura y el máximo consenso posible. En el caso de Bilbao, el Ayuntamiento cuenta desde marzo de 2018 -es decir, la pasada legislatura- con un Pacto por la Seguridad firmado por todos los grupos políticos en el que se establecen 35 medidas dirigidas al aseguramiento de la convivencia pacífica, la erradicación de la violencia, la utilización pacífica, respetuosa y ordenada de las vías y de los espacios y, en general, la garantía de la seguridad física de las personas y sus bienes. Resulta obvio que el mero hecho de contar con este acuerdo unánime y de un protocolo de actuación no garantizan de por sí la desaparición de la delincuencia y las agresiones. Pero en ningún caso la existencia de delitos -algunos, graves como el de este jueves- significa que estemos ante un grave problema de seguridad en Bilbao, como de manera obsesiva e imprudente señala el PP. La seguridad y determinados delitos no pueden ni deben ser utilizados políticamente en una estrategia populista para captar votos. La cantinela que repiten los populares -lo volvieron a repetir en el último pleno- sobre que Bilbao es una ciudada insegura es falsa y no se sostiene ni está avalada por los datos reales, pese a que el impacto inmediato de un hecho tan grave como el de Abando pueda utilizarse de manera torticera para indicar lo contrario. La capital vizcaina sigue siendo una de las ciudadades más seguras del Estado tras reducirse la delincuencia un 23%, y de hecho es la más segura en el caso de los delitos más graves. Ello no significa que no haya margen de mejora, como demuestra el último crimen, sobre todo si el entorno en el que se produjo es, como parece, una zona potencialmente conflictiva.