UNQUE condicionado por la pandemia que impide actos multitudinarios de recuerdo, Gernika conmemora hoy con diversos actos el 84º aniversario del bombardeo de la villa foral por parte de la Legión Cóndor nazi con ayuda de las fuerzas aéreas italianas fascistas bajo las órdenes del ejército sublevado al mando de Francisco Franco contra la legalidad democrática republicana. Un ejercicio de memoria aún necesario en la Europa y en la Euskadi del siglo XXI con el objetivo de denunciar el horror de un abyecto crimen contra la humanidad que provocó centenares de víctimas directas y la destrucción casi total de la villa en el que está considerado como el primer ensayo de guerra total contra la población civil indefensa. Aunque en realidad unos días antes -el 31 de marzo de 1937- Durango y su población ya habían sufrido un ataque aéreo, el de Gernika fue, por sus características, especialmente estudiado para provocar no solo víctimas mortales sino para infundir terror, con un bombardeo sistemático que duró más de tres horas en la mañana de un lunes de mercado. De ahí que sea necesario seguir recordando y reivindicando Gernika como símbolo de la barbarie de la guerra y de la atrocidad que supone la utilización de la población civil indefensa como arma en un conflicto. Un uso de la población que también se ha dado durante décadas en la historia reciente de Euskadi en una etapa felizmente terminada. En especial es necesario este ejercicio de memoria crítica en momentos como los actuales en los que la banalización de la violencia y de las amenazas y las actitudes y mensajes discriminatorios, xenófobos y racistas se extienden peligrosamente por toda Europa, también en el Estado español como se está comprobando estos días con el auge de la ultraderecha, capaz de aglutinar y contagiar su discurso frente a posiciones más moderadas y de utilizar la amenaza de manera cobarde ante la indiferencia y el blanqueamiento de algunas fuerzas políticas y medios de comunicación. Ello indica que el riesgo sigue presente porque determinadas actitudes y discursos abonan de manera impune la semilla del odio. Gernika es hoy, 84 años después, el símbolo de una atrocidad que nunca debió suceder y jamás debe repetirse y que tiene aún pendiente una petición de reconocimiento y perdón por parte del Estado español, como ya hizo Alemania hace 24 años.