N año y dieciocho días es el tiempo que ha durado Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz del Partido Popular en el Congreso de los Diputados. Apuesta personal del líder del PP, Pablo Casado, la polémica política, periodista y marquesa de Casa Fuerte ha terminado siendo -como cabía prever desde su nombramiento- un problema para la formación conservadora. Sus continuas salidas de tono, sus mensajes radicales en exceso, su tono despectivo aunque con ínfulas intelectuales han generado continuas controversias y problemas no ya solo con sus rivales políticos, sino incluso con sus propios compañeros. Nada, por otra parte, que pudiera extrañar a nadie. No en vano había sido ya diputada antes de su designación como cabeza de lista del PP en las elecciones de mayo de 2019 nada menos que por Barcelona -lo que, evidentemente, se interpretó como un intento de aprovechar su radicalismo antinacionalista para ganar votos entre la población no independentista, lo que ya resultó un rotundo fracaso- y, tras ello, se alejó del PP al considerar excesivamente moderadas las políticas que llevaba a cabo Mariano Rajoy. Su destitución poco menos de un año después demuestra que su fichaje fue mucho más que un error de cálculo de Pablo Casado, como se ha podido comprobar en este tiempo. De hecho, distintos barones y dirigentes del PP venían pidiendo su cabeza cada vez con mayor insistencia, ya que estaba suponiendo un claro obstáculo a los supuestos intentos de reencauzar el partido de nuevo hacia una etapa de moderación, probablemente empujado por el fiasco de sus resultados electorales -salvo en Galicia, precisamente con un líder templado como Núñez Feijóo- y también por su decepcionante modelo de oposición, sobre todo en plena pandemia, al Gobierno de Pedro Sánchez. Álvarez de Toledo suponía un inconveniente y un elemento distorsionador. Tanto el nombramiento de su sucesora, Cuca Gamarra, como sobre todo el encumbramiento del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida -una de las grandes promesas del partido-, como portavoz nacional del PP van en esa línea de moderación. Aun así, Casado -que ha dado muestras de absoluta desorientación política y de bandazos estratégicos- debe demostrar aún que ese supuesto giro moderado es real. En cualquier caso, esta crisis interna queda en su debe como líder.