A constitución ayer del pleno del Parlamento Vasco y la elección de Bakartxo Tejeria como presidenta así como de los miembros de la Mesa de la Cámara inicia el calendario parlamentario -tras el dictamen de incompatibilidades- hacia la nueva investidura de Iñigo Urkullu como lehendakari y la configuración de un gobierno que se antoja de continuidad en su composición, pero cuyas necesidades y prioridades se centrarán en dos desafíos hoy ciertamente monumentales: preservar la salud pública de la amenaza del covid-19 y recuperar el pulso de una economía baqueteada por sus consecuencias. La decimosegunda legislatura del Parlamento Vasco no es, no va a ser, otra legislatura más que permita mantener y repetir los patrones de actuación con que los grupos parlamentarios han desempeñado su actividad en la última década. Y no solo porque por primera vez el gobierno contará previsiblemente con mayoría absoluta, lo que condiciona tanto el margen de influencia como la visibilidad de la oposición. Ni porque, también por primera vez, la ultraderecha estatal haya entrado en la Cámara con el riesgo desestabilizador de su habitual discurso y su capacidad de tracción sobre la derecha tradicional española, la principal derrotada en las elecciones. La recién estrenada legislatura será diferente porque las urgencias sanitarias y económicas de la sociedad vasca demandan de actitudes distintas, tendentes al consenso en la búsqueda del beneficio general o, como expresó en el pleno constitutivo el parlamentario de más edad de la Cámara, José Antonio Suso Pérez de Arenaza (PNV), "un mínimo común denominador para hacer frente a la crisis sanitaria, económica y social que está produciendo esta pandemia". Un mínimo que no pasa, precisamente, por iniciativas ideológicamente trasnochadas y superadas por la sociedad vasca como la pretensión de PP-C's de que los parlamentarios deban acatar la Constitución; ni lógicamente tampoco por la pretensión de EH Bildu de hacer acopio de presencia en los órganos del Parlamento a costa de reducir su pluralidad. Y no comprenderlo así ante el desafío global que también afronta Euskadi, no trasladar al accionar político y parlamentario la responsabilidad y el esfuerzo diarios que la inmensa mayoría de los ciudadanos realiza, sería tanto como portar el virus de la ineficacia.