EL presidente norteamericano, Do-nald Trump, ha vuelto a hacer gala en los últimos días de su proverbial capacidad de sorprender, irritar, descolocar a propios y extraños, desviar la atención y, con la misma supuesta soltura, activar y desactivar grandes conflictos. En apariencia, el siempre excéntrico mandatario ha escenificado con China y con Corea del Norte -dos de sus grandes enemigos acérrimos- dos logros que podrían considerarse importantes pasos hacia sendos deshielos en sus personalísimas guerras económicas, políticas y diplomáticas. En ambos casos, sin embargo, quedan palpables oscuros intereses, argumentos falsos o contradictorios, conflictos soterrados y posibles agendas ocultas que convierten los gestos y pactos en turbadores y preocupantes. Así, en el acuerdo escenificado durante la cumbre del G20 en Osaka (Japón), Trump y el presidente chino, Xi Jinping, han vendido a la opinión pública internacional una tregua en la guerra comercial que ambos países llevan a cabo. Ello supondría, en principio, el fin de la amenaza expuesta por Trump hace solo unos meses de gravar con aranceles que llegarían hasta el 25% las importaciones chinas y, también, el aplazamiento del veto al gigante tecnológico asiático Huawei para favorecer las negociaciones. A falta de argumentos reales que, más allá de la propaganda, justifiquen un cambio tan radical de actitud en asuntos de extraordinaria trascendencia económica y social a nivel global incluso en una personalidad como la de Trump, todo indica que las advertencias y ultimátums del presidente norteamericano habían chocado con la realidad de que muchas empresas y sectores de EE.UU. se estaban viendo seriamente perjudicados por esta pugna de intereses. Además, obviamente, de la proximidad de las elecciones presidenciales en 2020 en las que Trump buscará su reelección. De igual modo, el paso dado ayer por Trump al convertirse en el primer presidente de EE.UU. en pisar suelo norcoreano y su obsesión por alabar a un tirano como Kim Jong-un -en contraste con su reciente visita a Europa, donde llegó insultando al alcalde democrático de Londres- son gestos que buscan el impacto y el aplauso fácil como un lavado de imagen pero que deberán contrastarse con la realidad. En cualquier caso, sería deseable que tanto la tregua comercial con China como el deshielo en Corea del Norte den sus frutos, incluso pese a Donald Trump.