PINAR es libre, al menos si hablamos de fútbol. Las dos eliminatorias de Copa ante rivales que militan en Segunda B han abierto un debate sobre la fórmula empleada por Marcelino en la elección de jugadores. En ambos partidos la apuesta consistió en llenar la alineación con los que menos habían participado en Liga y Supercopa. Y en ambos partidos, a fin de corregir sendos marcadores adversos, tuvo que reconducir el plan sobre la marcha, dando entrada en la segunda mitad a aquellos hombres que desde su llegada ha distinguido con la titularidad.

Marcelino ha expuesto con claridad qué le ha empujado a actuar así. Los motivos aportados son de puro sentido común: es imposible afrontar un calendario tan denso con los mismos, interesa que toda la plantilla se sienta integrada en la competición y, aunque no lo haya explicitado, necesita ver en acción y cuanto antes al mayor número de jugadores para hacerse una idea de las posibilidades que le ofrece el grupo. El criterio resultante de mezclar todos estos argumentos es el adecuado para guiar los pasos de un entrenador que ha aterrizado en el ecuador de la temporada y aún no ha cumplido un mes en el cargo.

Podría aludirse a los resultados obtenidos para darle la razón, pero la tendría igualmente en el supuesto de que las cosas no marchasen tan bien. La obligación de Marcelino es compatibilizar el corto y el medio plazo. Se dirá que su prioridad radica en corregir la tendencia del equipo aprovechando el impulso que suele provocar el relevo en el banquillo y no es mentira. Pero ese objetivo de ningún modo puede significar que descuide el análisis y la valoración del potencial de la plantilla, algo para lo que no basta con los entrenamientos. Al futbolista se le conoce por el rendimiento en los partidos oficiales.

De salida, ni en Ibiza ni en Alcoy fue capaz el Athletic de dar la medida deseable. Sí lo hizo en cambio con la incorporación de Muniain, Raúl García, Williams y Dani García, cuarteto ganado para la causa desde que está Marcelino. Fue evidente, lo uno y lo otro, pero ambas situaciones responden a lo previsible y el entrenador era consciente de que podía ocurrir. Sin embargo, probó y repitió una semana después. Es decir, prefirió asumir el riesgo a sabiendas de que se exponía a la crítica, que ha aflorado igualmente pese a que el equipo se halla en cuartos de final.

Por supuesto que la jugada podía haberle salido mal y entonces, vete tú a saber qué no se estaría diciendo ahora. Uno cree que con el bloque titular de inicio, el Athletic igualmente hubiera sufrido en estas rondas porque no son fáciles de negociar mientras al oponente le responde el físico. Y aunque se hubiese rehecho y salvado el escollo, las consecuencias de que los titulares sumasen más minutos se traduciría en un perjuicio incalculable, pero objetivo para el equipo.

Desde el 6 de enero, el Athletic ha disputado seis partidos, uno con prórroga. Para el 7 de febrero habrá añadido a la lista tres más: Barcelona, Betis y Valencia. Dejando a un lado la defensa, línea donde además se han registrado las bajas por lesión de Yeray, Iñigo, Yuri y Balenziaga, se observa cómo Marcelino ha tirado de calculadora en el reparto de minutos en la idea de no sobrecargar a nadie y, de paso, ha ido activando a los que hoy aparecen como alternativas. Si el tope de minutos jugados hasta la fecha son 570, solo Muniain, Williams y Raúl García superan la barrera de los 400. Con más de 300 figuran Vencedor, Dani García, De Marcos y Vesga. Por encima de los 200 están Lekue, Berenguer y Villalibre. O sea, que casi todos los citados se han ahorrado como mínimo el esfuerzo equivalente a dos o tres partidos de los seis celebrados, algo inviable sin echar mano de las rotaciones. Además, Dani García y De Marcos son los únicos que han completado tres partidos; Williams, Muniain, Vesga y Lekue, dos; Vencedor y Berenguer, uno; Raúl García y Villalibre, ninguno.

Detrás de estas estadísticas hay un método, no son fruto de la casualidad, y todo lo que suponga impedir que según avanza el calendario haya grandes diferencias en los minutajes, favorecerá los intereses del Athletic. Si Marcelino mantiene esta línea de actuación, estará en condiciones de competir con una veintena de futbolistas. A esto se le llama exprimir el fondo de armario, que lo hay.