E vez en cuando la vida se tuerce y se retuerce y entonces aparece una ley que compensa y uno piensa que no está todo perdido. En este caso les ha ocurrido a los hombres y mujeres que se dedican al transporte y que habían caído en las garras de la subida de los precios de los carburantes. Fue la guerra de Ucrania, la enésima desgracia de estos tiempos convulsos, la que provocó que los combustibles se pagasen a precio de oro lo que ha puesto al transporte de medio mundo en el alambre, con la yugular apretada. En esa mitad se enmarca el transporte de Bizkaia que acaba de oír cómo la diputación foral de Bizkaia ha desplegado el dinero de las ayudas directas para que el oxígeno circule por los pulmones de los vehículos asfixiados en las últimas semanas. Cien días después de aquel primer bombardeo en Ucrania las cosas ya se estaban amoratando, no cabe duda. Ese dinero que se reparte ahora cae como el maná. Alivia de lo lindo.

Ese dinero salvador era un artículo de primera necesidad. El dinero siempre lo es, es cierto. Pero hay ocasiones en las que su presencia resulta imprescindible para mantenerse en pie. Entre los sectores profesionales beneficiados se encuentran taxistas, vehículos de alquiler con conductor, transportistas de mercancías con vehículos pesados o ligeros, y transporte discrecional de personas viajeras.

Más allá de la literatura de la idea, tan necesaria como bien traída, importan, sobre todo, los números. Así, se anuncia que para cada camión destinado al transporte de mercancías, la ayuda establecida es de 1.250 euros si se trata de un vehículo pesado y de 500 euros si se habla de un vehículo ligero; por cada autobús, 950 euros; y taxistas y VTC se aliviarán con 300 euros por cabeza. Visto así, el dinero del reparto reluce como el sol que estos días nos acompaña. Dirán algunos que no es suficiente. No será todo pero es mucho. l