E aquí la torre de Babel que justifica las mil y un lenguas a las que me refiero, es un decir, los taitantos idiomas que han utilizado los hombres y mujeres que han participado en la inmigración vivida en Bizkaia en los últimos años. Dice una voz académica que el futuro de Bizkaia -y de Euskadi en líneas generales por no meter la pata...- dependerá a medio y largo plazo de la capacidad para superar las desigualdades que envuelven las vidas de esas miles de familias migradas. En verdad, la superación de esas situaciones de vulnerabilidad, pobreza y precariedad que mayoritariamente afectan a este colectivo, que en especial considera a la juventud y la población infantil, constituye uno de los principales retos para una política de inclusión social que sea exitosa en el proceso de consolidación de la Euskadi del futuro.

La Euskadi que llega al futuro más reciente que nos espera habla de un mundo en el que en el actual Territorio Histórico donde las personas y familias llegadas de África, China, Latinoamérica y el continente europeo se han asentado en mayor proporción. Con ellos hay que amoldarse para construir un porvenir de máxima calidad.

Lo que nos espera es una realidad líquida, una verdad lo más cercana posible a la realidad del día a día que ha de amoldarse a la verdad que nos espera sobre la inmigración. Hay que ser conscientes de que el exiliado mira hacia el pasado, lamiéndose las heridas; mientras que el inmigrante mira hacia el futuro, dispuesto a aprovechar las oportunidades a su alcance. No señor, el problema no es la inmigración, es la educación que nos vino a quienes nos desarrollamos con una educación de primera mano, no por nada, hemos de ser conscientes de que ser distinto no es ser inferior. Y que ante esa gente a la que tanto nos cuenta entenderle hay tanta verdad como en el vecino del quinto que tanto empuja.