L dinero, sobre todo cuando se le puede dar una buena utilidad incrementa su valor, como todos ustedes saben. Cuando trae consigo mejoras a cuestas es digno de aplauso, cuando es capaz de dibujar una sonrisa con su uso alivia las penas y fortalece los deseos. Ahora, cuando la Diputación Foral de Bizkaia se encuentra con un caudal capaz de enriquecer los presupuestos, todo parece jauja. La llegada de los fondos de Next Generation se celebra como una boda esperada, donde se brinda por la felicidad de los novios y de los invitados, de todos los presentes.

Llevaba razón Voltaire cuando nos dijo aquello de que no es bueno pensar que el dinero lo hace todo o acabarás haciéndolo todo por el dinero, pero quienes están acostumbrados a manejarse con presupuestos bien saben que una inversión en conocimiento paga el mejor interés, así que quieren darle utilidad a ese dinero fresco que ha caído en sus mano.

Visto más allá del bolsillo de cada uno es evidente que el dinero no puede comprar la felicidad, pero seguro que te conseguirá una mejor clase de recuerdos. Es lo que se pretende alcanzar ahora en Bizkaia, un nuevo paisaje plagado de felices recuerdos.

Los gestores del territorio bien saben que la riqueza es la habilidad para experimentar totalmente la vida y en ese empeño están comprometidos, aunque no esté claro que pueda hablarse de una riqueza absoluta sino de una mejora en los presupuestos.

Han calculado, entre sumas y restas, unos 350 millones de euros para hacer una inversión productiva. Los cálculos, como ven, están repletos de buenas intenciones. Hay que darles un voto de esperanza a los gestores y pensar que el año venidero será un tiempo de buenas cosechas para las ideas productivas. No nos detengamos en los sueños, pensemos en que la realidad nos llega contante y sonante.