ÍAS atrás leí la noticia de que un ladrón había robado las llaves de la Torre de Londres donde se guardan las joyas de la corona británica. Y me pregunto: ¿Un solo ladrón puede realizar un robo así? Se llevó algunas llaves que dieron lugar a varios cambios de cerradura, aunque parece que el tesoro no corrió peligro. Vino entonces a mi memoria esa voz popular que dice cerrado bajo siete llaves cuando se quiere decir que algo está a buen recaudo. Ahondando más en el origen de la expresión leí que la Gran Mezquita de los Omeyas, en Damasco, una de las más grandes y antiguas (principios del siglo VIII) del mundo y el cuarto lugar más sagrado del islam, tenía una puerta que albergaba un tesoro. La mencionada puerta contaba con siete cerraduras con sus respectivas llaves. Cada llave era entregada a una autoridad. De esta forma, la puerta del tesoro quedaba guardada bajo siete llaves y para abrirla se debían de poner de acuerdo los siete imanes encargados de la custodia de las joyas guardadas tras la reducida entrada. Al parecer he ahí el primer manantial.

Es hora de rendir una inmensa gratitud a quienes se han dejado la piel en los vacunódromos que ya se cierran, con una buena mayoría de la población a salvo. Y de paso desear que ese mal que nos puso entre la espada y la pared sea encerrado también bajo siete llaves, como si fuese un Hannibal Lecter de nuestra era, un criminal insaciable. No le demos ni un resquicio para la fuga, no le demos ni una nueva oportunidad. Agradezcamos a la investigación que dio con la vacuna y al cuerpo sanitario que nos la inoculó, claro que sí. Y de paso, ajustemos nuestros comportamientos para que ese cabrón no vuleva a ver la luz del día.