OMO contrapunto al gran y terrible espectáculo que ofrece la madre naturaleza estos días en La Palma, donde ha instalado una sucursal de la jefatura de los infiernos, diremos que Bilbao vivió ayer la aparición de un río de lava que refresca. Qué digo Bilbao: Bizkaia entera. Valga la metáfora para explicar la aparición de los 48.000 bonos que nacieron del interior de las arcas públicas para incentivar el consumo en las tierras del turismo, castigada por la pandemia y su consabida parálisis, y que supondrán, grosso modo, un ahorro del 50 por ciento del gasto a los ciudadanos que los adquieran.

No están en ningún mapa; los lugares y las actividades mágicas, esos rincones con los que soñamos, nunca lo están. Ese es el secreto del turismo: que se alimenta de nuestras imaginaciones. Sin embargo, la puesta en marcha de esa maquinaria que nos pasaportará a otros mundos sí que es tangible: requiere unos costos y un tiempo libre dedicados a su conquista.

En paliar esos gastos a la vez que se incentiva ese consumo, se empeña la campaña Bonos Turismo Bilbao Bizkaia que mañana arrancará, alzará el vuelo o zarpará, según los gustos de cada cual. Habrá, como es costumbre, una merienda de negros para su adquisición, habida cuenta que la ventaja es considerable: la mitad del importe es aportado por las dos administraciones públicas -Ayuntamiento de Bilbao y Diputación Foral de Bizkaia- y la otra mitad por la persona compradora. Es ese legendario dos por uno que tanto nos abre los ojos y afila los dientes. Atrévase, láncese. Bienaventurados los curiosos porque tendrán aventuras, nos dicen los evangelios laicos de hoy en día. Cuándo, hacia dónde, para qué, esas son algunas preguntas que flotan. Porque merece la pena. Se siente bien estar perdido en la dirección correcta.