E nada sirven el agua bendita ni el diente de ajo. A nadie alivia echar un puñado de sal a su espalda o tocar madera como si besase suelo sagrado. No hay conjuro de brujas que valga ni pócima de druida que lo remedie. Mientras espero, a mis cincuentaitantos, mato el tiempo dándole vueltas al asunto: no hay remedio al que encomendarse salvo el de la ciencia. ¿Qué hacer entones? ¿Quedarse uno de brazos cruzados hasta que le llame el ejercito de salvación de los practicantes? No parece que la paciencia sea mano de santo aunque resulte ineludible. Porque es ahí, en el nadaquehacerhastaque, donde germina el miedo, de tanto darle vueltas al cacumen, de tanto hacer cálculos.

Esperar significa adelantar acontecimientos; significa percibir el presente no como un don, sino como un obstáculo, negar y anular su valor propio y pasarlos por alto. Espera que te espera y es ahí donde a uno le vuelve la ocurrencia que un día escuchó a Eduardo Galeano, el viejo escritor que sabía mirarnos dentro tan bien. Fue el quien nos dijo que quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen (la vacuna), y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen (la buena vida).

Godot nunca aparece mientras le siguen esperando en los teatros de medio mundo. Ese es el gran secreto de la obra. Es posible que el secreto de la vida esté en gestionar las esperas. Quizá, en realidad, no haya más que hacer. Vivimos expectantes con la cosas nuevas, mirando hacia el futuro sin saber qué esperar, pero esperando algo€ La vida de antes ya era una maldita espera. Y ni les cuento la vida de hoy, donde esperas la vacuna, una mesa libre en la terraza, el día en que puedas hincharte a besos, la hora en que podamos volver a San Mamés para sufrir entre alegrías (¿o era alegrarse entre fatigas?, ha pasado tanto tiempo que uno corre el riesgo de no recordarlo bien...), poder ir a a ver el mar sin salvoconductos y un sinfín de esperanzas más que llegan tarde, siempre tarde.

Mientras espero iba a contarles que parece que va clareando la negra noche. Que parece que la pandemia ya no es un desbocado caballo loco, sino que ha bajado el frenesí de su galope. Iba a recordarles que va llegando su hora para la vacunación, iba a... (han llamado y me dan cita. Ya no sé qué más iba a decirles).