CON su legendaria serie de novelas titulada Viajes extraordinarios, Julio Verne empezó a abrirse paso y a ganar prestigio en el mundo literario y, por extensión, en la sociedad de su época. El literato francés detalló, al vuelo de su pluma, una gran variedad de innovaciones y avances tecnológicos años antes de que fueran realidades prácticas, ya fuesen submarinos, viajes espaciales, vuelos terrestres o exploración de aguas profundas. Bastaba oírle en sus reflexiones para conocer de qué catadura de hombre hablamos. “Cualquier cosa que un hombre pueda imaginar, otro hombre la puede hacer realidad”, dijo, sentencia que hila con otra que la redondea: “La tierra no necesita nuevos continentes, sino hombres nuevos”. ¡Toma ya!

Viene su recuerdo a escena ahora que se ha conocido el mecanismo de climatización que se maneja para Bilbao Intermodal, que se calentará o se refrigerará, según convenga, a partir de un viaje al centro de la tierra. De acuerdo, quizás sea una ilusión literaria. Al centro, centro no van a bajar. Pero si van a extraer de las entrañas la temperatura acorde al gusto de los tiempos que, según han calculado, merodea los veinte grados centígrados. En esta era ecológica que se avecina -lo contrario sería una hecatombe porque no se puede dañar más a una tierra malherida como la actual...- el control del gasto energético y la regulación de los usos de la manera más natural posible no es una posibilidad. Es La Posibilidad, escrito así, con mayúsculas.

¿Se trata de un asunto peliagudo por la falta de costumbre? Quizás. Pero... ¡cuántas cosas se han denegado un día, solo para convertirse en realidad el siguiente! Podemos desafiar las leyes humanas, pero no podemos resistirnos a las naturales, así que no hay mejor salida que aprovecharlas. Que no caigan en saco roto estas palabras, que no pequemos de afán de superioridad. El poder creativo de la naturaleza está más allá del instinto de destrucción del hombre, amigos.