Al observador no advertido podría parecerle que en los actos con motivo del Aberri Eguna celebrados en Bilbao e Iruñea casi han sonado las mismas consignas. PNV, en la capital vizcaina, y EH Bildu, en la navarra, han hablado de soberanía, de modelo de gobernanza e incluso de comunidad; de libre decisión y de los pueblos a los que se les niega por la fuerza, con la inevitable alusión a Gernika.

Pero hay claras diferencias si uno repasa los discursos de Urkullu y Ortuzar, por un lado, y el de Ruiz, por el otro, que sitúan del lado jeltzale el liderazgo del soberanismo democrático en Euskadi. En primer lugar, el autogobierno como mecanismo de materialización de la soberanía en forma de bienestar ciudadano. No existe el concepto de bienestar en el discurso de la izquierda independentista. La soberanía que definía Bakartxo Ruiz es, en sus propias palabras, la de la utopía. Para poner ahí el foco hace falta negar la existencia de una realidad vigente en la que los vascos ejercemos niveles de soberanía y autogobierno que marcan la diferencia en términos de calidad de vida. Y EH Bildu sabe que desmiente su estrategia de exigir la utopía absoluta, que siempre está por llegar.

El legítimo anhelo de mayores cotas de libre decisión no es enemigo del presente. Pero escuece que su protagonismo sea el del modelo de gestión jeltzale, el del acuerdo y la estabilidad frente a la aventura en lo social, en lo político y en lo económico.

Y luego está ese componente irracional de añoranza del pasado que condiciona la lectura del presente. Hablar de Ucrania sin citar a su agresor pretende ocultar que quienes mamaron la doctrina soviética -esa que aún reivindican- son los imperialistas de hoy en Rusia. Y se oculta tras un discurso que acusa de militarismo a Europa a través de la OTAN. Un tic de los 35 años de errores en democracia que necesitó esta izquierda para abandonar su propio militarismo.