NTERESANTE el pleno de control del pasado viernes en el Parlamento de Gasteiz. Al habitual esgrima dialéctico entre gobierno y oposición se puede añadir en este caso un fondo pedagógico oportuno para separar el grano de la paja.

Hablando de cogobernanza, la respuesta del lehendakari a la pregunta de EH Bildu podría figurar en un manual descriptivo para no iniciados, de modo que no se pique en la retórica de la asanblada popular y se confunda de qué va realmente esto.

A EH Bildu siempre le ha gustado demandar cogobernanza entendida como su participación en las decisiones del gobierno aun cuando no tenga el respaldo social suficiente para ello. Es muy correcto el diálogo y una obligación la búsqueda de consensos mayoritarios. Pero no obviando las mayorías ya existentes. Extender los acuerdos más allá de las mayorías legitimadas por las urnas implica, para empezar, asumir esas mayorías. De ahí que cogobernar implica un ejercicio de reconocimiento mutuo entre instituciones, en primer lugar, y entre estas y los agentes sociales legitimados por su representatividad pero no sustitutorios de la que se configura democráticamente.

No cabe convertir en agentes parainstitucionales a los legítimos grupos de interés sectorial que no cuentan con la cualificación del respaldo democrático mayoritario que expresan unas elecciones. De igual modo, la oposición tiene la voluntad de controlar y el deseo de gobernar. La primera está regulada por el funcionamiento de los legislativos; la segunda pasa por su capacidad de convencer y de consensuar. Todo muy legítimo, pero nada que ver con la cogobernanza, que comienza en la base de la legitimidad institucional que nace del voto. Porque, cuando se trata de disfrazar de cogobernanza la constante enmienda de las políticas que gozan de mayoría social acreditada, es mera estrategia de agitación y propaganda.