SE quedó tan contento el Gobierno Sánchez con sacar esta semana adelante la modificación del techo de gasto, que es la antesala de entrar en el salón de los presupuestos, que no paró de dar las gracias a todo el mundo. Tiene motivos. Está encontrando en el sector soberanista de la oposición una receptividad acorde a la necesidad de que la legislatura arranque con solidez y a cambio regala los oídos a quien se conforma con eso. Lo hizo con ERC y Bildu, a los que agradece que no le votaran en contra y tendrá que acreditar en su proyecto de presupuestos que entiende el valor de que otros -PNV, canarios, Teruel Existe y regionalista cántabro- se lo aprobaran. En Madrid lo que mola es señalar como rendición del PSOE la cosecha de abstenciones y, quienes se las entregaron en fardos, han descubierto lo agradable que es pisar moqueta. El republicano Pere Aragonès le leía la cartilla a JxCat por votar en contra del techo de gasto al reprocharles que pretenden "ser los más puros y los que más votan que no a todo". La frase era hasta hace cuatro días, como quien dice, el dogma de la gestión parlamentaria del tándem Esquerra-izquierda abertzale. Afortunadamente, quienes se dedicaban a revocar carnés de pureza nacional a quienes participaban en la política del Estado han tocado techo en las ínfulas y son felices tratando de exhibir cuánto influyen en Madrid. La derecha los usa para desgastar a Sánchez pero ellos se solazan con las palmaditas en la cabeza que reciben de quienes hasta anteayer señalaban como los enemigos de sus libertades. Cuando Jekyll sale de su oficina, ¿debemos hacer como si nunca hubieramos visto a Hyde?