L LEGÓ el día de la famosa sesión de investidura, otra más, y un sector del socialismo añora aquel aciago Comité Federal del 1 de octubre de 2016 donde le dieron la puntilla a un Sánchez que será investido por la mínima y con la derecha más enfadada que una mona. España se rompe sin remedio sobre un escenario inédito de consultas sobre negociaciones entre gobiernos, concesiones y ampollas que ha levantado un pacto de riesgos que ayer salió a explicar Ábalos y hoy desgranará en su intervención Sánchez. Arrimadas llamó a los barones para que mandaran parar mientras su partido se mantenía en el no, Casado busca otro Colón colectivo y hasta Rosa Díez vino a comparar el silencio de las baronías con el de los cómplices del exterminio nazi. Aquí el telón se abrió hace tiempo y la enésima investidura del multipartidismo nos deja un espectáculo a demasiadas bandas, desde la negociación política encarada por pura necesidad tras años siendo despreciada, a la histérica indecencia e infamia que supone para algunos salir a flote para presidir un lugar con los apoyos de los que quieren hacerlo saltar por los aires. Para ellos es ahora una desgracia lo que se negaron a evitar con sus propios votos y que marca las alertas con un Defcon 2 político previo a la catástrofe. Hoy Sánchez nos cuenta sus planes la tercera vez que subirá a la tribuna como candidato en una sesión de investidura para desgranar los contenidos de un pacto con ERC que serán un potente material de artillería para toda la derecha, la misma que clama por todo lo exigible a los demás y nada en su día se exigió a sí misma. Feliz pataleo.