No es por ir de aguafiestas y mucho menos de gafe pero las experiencias pasadas invitan a controlar esa euforia que ya se respira en Bizkaia con el Athletic. Que una cosa es estar con el equipo, la ilusión de otra posible final y soñar con una Copa por fin y otra, reservar ya plazas de hotel en Sevilla, coger vacaciones por esas fechas y pedir que se empiece a arreglar y pintar la gabarra. La euforia excesiva provoca ansiedad excesiva y mucha presión. Y ya conocemos las consecuencias de que algo no salga como esperábamos: la frustración y la depresión colectivas. Pero seguro que ya hemos aprendido la lección de otros años. ¿O no?