EL paso del tiempo suele atemperar los ánimos, bastante encendidos a raíz del anuncio de la llegada al Athletic de Bibiane Schulze. En este caso apenas han transcurrido unos días, pero si tras el intenso fuego cruzado que siguió a la confirmación del fichaje se repasan con frialdad los argumentos de Aitor Elizegi para dar por buena la operación, la única conclusión posible es que el club tiene un grave problema.

Y el problema no es Bibiane Schulze, quien por cierto, sin comerlo ni beberlo, se encuentra en medio de una agria polémica que alguien debería intentar explicarle. El suyo no deja de ser un ejemplo más que confirma que ni siquiera es preciso que esté hecha la ley para que se haga la trampa. En el Athletic son varias las directivas que a fin de salvar las trabas que supuestamente impedían la captación de tal o cual futbolista, maniobraron con desigual habilidad y discreción. Y normalmente el cuerpo social ha transigido, no ha puesto excesivos reparos aunque era consciente de que había gato encerrado.

Dicho lo anterior, que en este episodio concreto Schulze se ponga el uniforme rojiblanco es casi lo de menos. Vamos que, al margen de lo que uno piense al respecto, se puede hacer la vista gorda una vez más sin que ello suponga una afrenta inadmisible. Aquí el auténtico problema radica en que el presidente hace gala de una absoluta falta de criterio al responsabilizarse de la iniciativa tomada y en su afán por justificarla mezcla churras con merinas, equipara lo objetivo y lo subjetivo, se contradice, tergiversa datos y con todo ello consigue que en el entorno del club arraigue la convicción de que el Athletic está expuesto a perder el norte y abandonar el cauce por el que ha transitado hasta la fecha.

Guste o no, sea o no justo, resulta innegable que siempre se ha tratado de seguir una línea. Admitida la existencia de salvedades (las trampas ya aludidas), el origen y la formación han constado como las señas de identidad que legitiman al jugador del Athletic. Sin embargo, Elizegi se atreve a ir más allá y pese a declararse acérrimo defensor de los postulados más clásicos en materia filosófica, enumera una serie de valores diferentes como garantes de la singularidad que distingue al Athletic. Valores que, según su exposición, otorgarían la pertenencia al Athletic de pleno derecho sencillamente porque lo dice él.

Apelar al “sentimiento”, al “deseo” de jugar en el Athletic, al “respeto al escudo y la historia”, al conocimiento del “proyecto” o del vestuario, al “entendimiento de la filosofía”, para defender la viabilidad de un fichaje no es serio. Schulze puede haber mamado lo que es y significa el Athletic, pero en idéntica situación se hallan miles y miles de personas en todo el mundo y sin embargo ese bagaje no les hace susceptibles de recalar en el Athletic. Parece obvio, pero escuchando a Elizegi deja de estar claro y cabe preguntarse si está enviando un globo sonda para palpar la opinión pública y tras un mensaje tan potente no se esconde un afán por explorar nuevas vías para reforzar el equipo: quizás la diáspora, ese universo infinito y por lo tanto imposible de controlar, quizás las peñas, quizás?

Tampoco es de recibo que Elizegi maneje como premisa de su razonamiento la afirmación de que Bibiane Schulze es una chica “vasca, vizcaina, de Ispaster”, porque no es verdad. El hecho de que al día siguiente el club distribuyese a los medios documentos de empadronamiento o bautismo, así como imágenes de Schulze ejerciendo de hincha rojiblanca, no cambia la realidad y solo denota que los promotores de la contratación no las tienen todas consigo.

Esparcir inexactitudes alegremente no es la mejor manera de buscar el refrendo a una decisión no exenta de conflictividad en el ámbito institucional, dado que colisiona con el criterio en que se inspiró la directiva anterior para no fichar a Schulze. Por último, Elizegi haría bien en medir asimismo sus alusiones a los socios. Lo de que el compromiso con la filosofía está “tanto o más vivo en esta directiva que en toda la afición”, no procede y a tenor de las reacciones parece cuestionable.