a la vista de cómo está naufragando el procés en Catalunya, o cómo lo están obligando a naufragar, queda demasiado claro que lograr las máximas cotas de autogobierno no es posible por decisión unilateral, ni siquiera con una mayoría parlamentaria. Menos aún cuando esa mayoría no se corresponde con el censo, como es el caso. En el caso de Euskadi, entendido como Comunidad Autónoma Vasca, la Ponencia de Autogobierno parece excluir de salida la apelación a la unilateralidad o la desobediencia, y opta por eso que han dado en llamar Vía Vasca, que procurará el máximo consenso entre los partidos que no será fácil teniendo en cuenta que esos espacios de encuentro deberán buscarse entre diferentes.

Nadie dijo que fuera a ser fácil. Ha bastado con que se filtrara el preámbulo propuesto por el PNV a la Ponencia para que se abriera la caja de los truenos por parte de los partidos y los medios que no están dispuestos a que nada cambie en el Estatuto de Gernika, a no ser para cercenarlo. Es curiosa la sobreactuación en marejada de quienes se han rasgado las vestiduras al leer que el PNV haya incluido el concepto de Euskal Herria como nación que abarca siete territorios, que los y las habitantes de esa nación tienen derecho a decidir sobre su estatus político y jurídico, y que esa nación aspira a una relación bilateral y confederal con el Estado español. Solo de leerlo negro sobre blanco se han desatado las iras centralistas, haciendo como que se escandalizan, como si ese planteamiento no fuera inseparable de un partido nacionalista, como si esos términos no figurasen en el propio Estatuto e incluso en la Disposición Adicional Primera de la Constitución.

El tejer acuerdos entre formaciones políticas siempre ha sido complicado y más aún cuando se tocan realidades que se pretenden inalterables. Los que se oponen a cualquier intento de modificar la estructura monolítica del Estado se creían blindados después de haber dedicado aquel portazo inclemente al lehendakari Ibarretxe en 2005 y después de arrasar con el artículo 155 las decisiones del Parlament de Catalunya. Sin embargo, las convicciones ideológicas son tozudas y vuelven a ponerles de los nervios.

El preámbulo propuesto por el PNV a la Ponencia, en realidad, ha echado a andar con las dificultades propias del intento. La secretaria general del PSE, Idoia Mendia, alzó el tono de la crítica advirtiendo de que la propuesta del PNV “recuerda mucho a la de Ibarretxe, que ya se sabe cómo acabó”. Apelar al intento del lehendakari Ibarretxe, evidentemente, llevaba una clara intención de pronosticar un fracaso. No obstante, los socialistas vascos fueron bajando el tono reconociendo que esa divergencia ya estaba contemplada en el pacto de Gobierno con el PNV y que la ponencia no iba a ser bloqueada. Un paso adelante, por tanto.

Que los espacios de encuentro para la Ponencia van a ser complicados queda certificado por el hecho mismo de que se busca un acuerdo transversal. Pero en estos primeros pasos se comprueba que existen también puntos de encuentro compartidos. Es el caso de Elkarrekin Podemos, que a pesar de aceptar planteamientos como el derecho a decidir se ve obligado a advertir lo riesgos que corre la Ponencia si se mantienen algunas bases maximalistas. Se comprende que, como partido de ámbito estatal, reclame el consenso con el PSE para formar la mayoría suficiente.

En la otra orilla, vociferando improperios, anunciando apocalipsis, está el PP. Si no fueran ridículas, escandalizarían las palabras de Borja Sémper sobre la Ponencia de Autogobierno bautizando al Estatuto de Kambo que no es otra cosa que “la hoja de ruta de ETA”. Sorprende a estas alturas que el líder de futuro del PP vasco eche mano de la vieja doctrina babeada desde siempre por Jaime Mayor Oreja: “ETA no necesita matar, ya está en política”. Sémper y Mayor Oreja coinciden en resucitar a ETA en cuanto se topan con algo que no les gusta. A ese mismo comodín se acogen el PP navarro y UPN, que apelan a la bicha lo mismo para impedir que el euskara prospere en Nafarroa que para advertir contra el anexionismo imperialista vasco.

Solo se trata de hablar, de debatir, de acordar. Solo se trata de lograr consensos sobre unas reivindicaciones democráticas. Solo se trata de aportar argumentos para defenderlas. En realidad, solo se trata de ejercer aquella propuesta que planteó José María Aznar en 1999: “Sin violencia se puede hablar de todo. Todas las ideas y su defensa son legítimas”.