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El bueno, el feo y el malo

La semana nos deja algo similar a la película El bueno, el feo y el malo, dirigida por Sergio Leone en 1966. Con un guión escrito en la Casa Blanca, cuyo inquilino, Obama, es el bueno al pretender que no se repitan las prácticas financieras del malo que estuvieron a punto de provocar un auténtico tsunami en el mundo socio-económico, hoy convertido en el feo. Ahora bien, si se quiere declarar una guerra hay que saber medir bien las fuerzas propias y las del enemigo a batir, en este caso la poderosa banca estadounidense.

Afirmar que los ciudadanos no tienen que ser rehenes de la banca puede significar un mayor respaldo electoral para el presidente norteamericano, pero abre un escenario incierto porque, para empezar, las medidas propuestas -limitar el tamaño de los bancos, así como prohibirles la inversión por cuenta propia y la posesión de hedge funds- son muy complejas en virtud de una globalización que convierte a la banca extranjera en rehén de la política estadounidense. Por otra parte, requieren ser aprobadas en las Cámaras legislativas.

Posteriormente, esas medidas tienen que ser aplicadas y en este punto comienza el nudo gordiano. Un ejemplo, la banca, ante la posibilidad de ver reducidas sus fuentes de ingresos, puede decidir limpiar su autocartera. Si esto ocurriera, los mercados de renta variable pueden sufrir un duro golpe. En consecuencia, la clave de este puzle reside en saber cómo se articulan las medidas y cuándo se ponen en práctica. Las buenas intenciones deben ser reflejadas, negro sobre blanco, para tratar de armonizar los objetivos políticos de un presidente (algo devaluado) con los intereses financieros de la banca y los económicos del tejido empresarial y la ciudadanía en general.

Un giro de esta profundidad en el modelo financiero de la mayor economía del mundo requiere algo más que una simple declaración pública de un político, cuya llegada a la Casa Blanca ha necesitado de importantes ayudas monetarias procedentes de todos los sectores del país, incluido el bancario que ahora está en el disparadero de la opinión pública como máximo responsable de una crisis que ha destruido millones de puestos de trabajo. El clamor popular contra la banca encuentra ahora apoyo en las nítidas declaraciones de Obama, que tiene una capacidad de gobierno supeditada a los apoyos de políticos, cuyos intereses personales pueden ser contradictorios con las intenciones de Obama.

Por tanto, situación compleja que se irá aclarando con el tiempo. Esperemos que no sea un simple maquillaje mediático del bueno frente al malo y que sea una realidad el beneficio del feo.