Síguenos en redes sociales:

Advertencias

LA advertencia de Jean Claude Trichet, presidente del BCE, sobre la credibilidad que merece la supuesta salida del túnel económico, "es demasiado pronto para declarar que la crisis ha terminado", no debiera caer en saco roto, como tampoco la afirmación, esta semana en Pamplona, del premio Nobel de economía de 2004, Edward Prescott, al señalar que "la economía española no está en recesión, sino deprimida". En ambos casos se pretende enfriar la euforia que aflora, entre los políticos gobernantes, junto a los llamados "brotes verdes" que, en buena medida, son la consecuencia de una economía subvencionada por el dinero público.

La situación es alarmante si tenemos en cuenta que la salida de la recesión se debe a las ayudas públicas y no a una transformación de los sistemas financiero y productivo para evitar nuevas crisis. En este sentido, el propio Trichet señala que "la magnitud de este apoyo público no tiene precedentes" e ilustra su afirmación explicando que los gobiernos de la zona euro han proporcionado el 26 por ciento del PIB para apoyar al sector financiero mediante inyecciones de capital.

El presidente del BCE mantuvo el tono crítico al advertir que "debe evitarse el contagio", una posibilidad que sigue latente en la medida que no se solucionen los problemas causantes de la crisis porque "una crisis financiera global de primera magnitud requiere una acción política rápida y decisiva, posiblemente de una naturaleza sin precedentes". Dicho en otras palabras, Trichet viene a reclamar una diligencia y firmeza por parte de los poderes públicos que, evidentemente, ha brillado por su ausencia en los últimos dos años.

Nos quedan unas líneas para las preocupantes afirmaciones de Prescott. No cree que los brotes verdes estén germinando en la primera potencia mundial: "Es cuestionable que Estados Unidos esté creciendo". Y mira con recelo los presupuestos para 2010 diseñados por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero: "Si gastas más, tienes que pagar por ello", advierte. Y es que, en su opinión, "subir impuestos deprime la economía, porque en los países con tipos marginales más altos la gente trabaja mucho menos".

En efecto, tanto estímulo público no puede ser bueno. ¿Qué ocurrirá cuando terminen esas ayudas? La inyección sin límite de liquidez para evitar el colapso financiero es como un maquillaje que pone buena cara a un cadáver, si no se actúa con rapidez y decisión para regular el sistema que ha provocado el colapso. La solución no está en sacar pecho cuando hay indicios de brotes verdes y esconder la cabeza bajo el ala cuando aumenta el desempleo.