En el reciente informe presentado por el del Defensor del pueblo y que atañe a los presuntos -o quizás más que probados- casos de pederastia y abusos sexuales que durante décadas se practicaron con la más absoluta de las impunidades en el seno de la santa madre, no ha sido muy bien recibido por parte de las más altas jerarquías de la llamada Conferencia Episcopal Española. El informe señala con cifras y estadísticas a un altísimo número de estas víctimas del abuso y el poder de los llamados servidores de Cristo. Tras años de silencio y dolor, es justo que se les reconozca y se les repare en lo posible a quienes corresponda y que la santa madre imparta esa caridad cristiana que tanto aduce. La pederastia en el seno de la Iglesia ha existido y existe en otros países como Francia, Alemania o los Estados Unidos, donde si bien han existido reticencias a reconocer a estos abusos, se han puesto en marcha -por ejemplo, en Francia- la venta de bienes de la Iglesia para resarcir o compensar de alguna manera tanto dolor (el Estado francés reconoce en su Constitución ser laico). Le falta un largo trecho a la santa madre para reconocer y sobre todo no retorcer la intrahistoria de este gravísimo asunto, pese a las voces valientes que han reconocido y pedido perdón por todo ello.