Una noticia marginal informa que la Fiscalía de El Salvador se dispone a imputar al expresidente Alfredo Cristiani por el asesinato de los jesuitas en la UCA en 1989. Señala que Cristiani ha desaparecido recientemente, como hacen los héroes militares cuando se les exigen responsabilidades por sus aventuras. Aunque la justicia salvadoreña obstruyó cualquier investigación que pudiera descubrir la verdad ocultando atropellos de los derechos humanos, pues su misión real está orientada a implantar en el poder a los poderosos o derrocar democracias elegidas por la ciudadanía. Si bien poca justicia se puede esperar en el caso de Cristiani, la realidad es que los gobiernos ilegítimos tarde o temprano son derrotados en las urnas y finalmente los pueblos logran justicia. Por eso habría que enviar una señal de atención a Felipe Gonzalez para que esté alerta, pues a pesar de que a la justicia española no le interesó descubrir quién era el “Señor X” que autorizó la operación del GAL que supuso liquidar ilegítimamente a muchos militantes vascos perseguidos por la justicia española huidos al extranjero y que, entre otros, los jueces Marlaska y Garzón los declararon inocentes o condenaron a penas leves siendo inmediatamente indultados. Decía José Martí: “No hay fuerza capaz de doblegar la voluntad de libertad de un pueblo con conciencia de su identidad”. Esos pueblos guardan eternamente en la memoria las injusticias a las que se les ha sometido hasta que tribunales imparciales les juzgan, los culpables son sentenciados y la ciudadanía recupera su dignidad. En el caso de El Salvador se cumple esa ley implacable, pero parece que en España los tribunales no son capaces de satisfacer la necesidad de justicia del pueblo. Es que también hay otra ley perversa no escrita: “Las sentencias las dictan los vencedores”. (Edmund Burke). “Lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada”.