Los supervivientes de los bombardeos de Durango y Gernika-Lumo son invisibles a los ojos de los medios de comunicación. Y eso que son los últimos, las últimas. Desde el pasado diciembre, están solicitado en primera persona el bonito y positivo hermanamiento de estas dos localidades porque ellos y ellas son de Durango y de Gernika-Lumo y sufrieron las bombas y el silencio impuesto por la dictadura. Sus ayuntamientos democráticos les piden sus votos en estos días de elecciones, pero no les escuchan, únicamente cuando a última hora necesitan un superviviente para su acto de conmemoración, para que quede “exótico y justo”. Los medios de comunicación, al mismo tiempo, pasan de ellos, de sus propuestas, porque la noticia en su criterio no les parece importante si no hay un alcalde o una alcaldesa por detrás. Se les niega -entonces- difundir sus peticiones y emociones, aunque luego en las columnas de opinión de los periódicos o en sus platós sus tertulianos hablan precioso, inclusivo, emotivo… sabiendo que el papel lo aguanta todo, absolutamente todo. Eso sí, opinan los contertulios por ellos cuando ellos aún están aquí y pudieran hacerlo en primera persona. Los invitados y presentadores deben saber más que ellos. Terrible esta paradoja. Por lo tanto: ni Verdad ni Justicia ni Reparación. ¿Cómo se les va a reparar si se les ningunea y hablo con triste experiencia durante 30 años analizando su papel en los días de conmemoración? ¿Estarán esperando a que mueran como antes ha ocurrido con los gudaris y milicianos? Más, en estos días que piden la palabra y se les frena, se les ningunea e invisibiliza. El mundo de la memoria -político y mediático- es todo una mentira (mientras nadie me demuestre lo contrario).
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