Una noche tuve un sueño. Yo le preguntaba a Aitor Esteban, máximo baranda del PNV en el Congreso, “si Jesucristo procedía de Dios o del mono”. Y él me respondía: “Del mono, por supuesto”. Él o algún baranda de su partido defendía hace algunos meses la hipótesis de Darwin. Pero el quid de la cuestión es de quién desciende el mono. Según el evolucionismo, los seres vivos descienden de una primera célula viva en el mar; surgieron los seres vivos, primero unicelulares, luego pluricelulares; luego, después de una larguísima evolución de millones de años y de incalculables formas de vida, surgieron los animales terrestres, hasta llegar al mono y al hombre. El mismo Sabino Arana, medio en broma, medio en serio, decía, al revés, que el mono desciende del hombre: “Tal especie solo puede admitirse dentro de la teoría retro-evolutiva, que considera al mono como descendiente del hombre, como a hombre degenerado. Pero el señor Echegaray sabe, por su erudición, que esta doctrina es inadmisible según los más graves autores” (Bizkaitarra 18, 31-XII-1894, OC pág. 426). ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Primero fue el gallo con la gallina, porque el huevo es el resultado de la cópula del gallo con la gallina. Que sean primero estos dos animales, macho y hembra, prueba, demuestra, confirma, el origen distinto de cada especie, y no la evolución de las especies.