Soy enfermera de vocación y, en el ejercicio de mi profesión, he tenido la mala suerte de ser infectada por covid-19. Así he conocido el hospital de Urduliz. Desde el momento que entras por la puerta te das cuenta de la profesionalidad del personal. Igual de grande que la humanidad con la que te reciben, saben transmitir su cariño con dedicación y amabilidad, te hacen sentir única y te dicen con su mirada y sus gestos que tú les importas. Ese bien hacer logra que te sientas arropada, tan importante en este proceso de soledad emocional, sin la familia a la que echo mucho de menos, sin amigos ni compañeras... y con la incertidumbre ante este proceso. Transmiten la placidez que se necesita en estos momentos. Intuyes que nada puede ir mal ya que te sientes vigilada, querida… Al pasar a Reanimación, donde se siente miedo e incertidumbre, te das cuenta que todas esas cualidades siguen presentes, te sientes tranquilizada, sientes que el nivel de exigencia del personal en tus cuidados no baja, transmiten sabiduría en su profesión, cercanía, hacen que te sientas protegida, no hay problema en plantear dudas, no se mira el reloj… No puedes hacer otra cosa que mejorar. Porque no trabajamos por orden del jefe sino por vocación, y por esa vocación mi gran agradecimiento a todo el personal de estos servicios, destacando Reanimación y tercera planta de Medicina Interna. Podría decir nombres, pero no me acuerdo de todos, y no me gustaría olvidar a nadie, todos imprescindibles, cada uno en su medida, grandes personas, grandes profesionales, gran vocación. Gracias a todos. Sois grandes y lo estamos consiguiendo.