La naturaleza se modifica por calamidades naturales y, en casos puntuales y extraordinarios, deliberadamente para facilitarle la vida al ser humano. Lo que no parece justificable es modificarla para transformarla en un objeto de arte. Aquí tenemos dos ejemplos. El Cabildo de Fuerteventura finalmente, con buen criterio, parece haber desestimado llevar adelante el monumento a la tolerancia promovido desde 1984 por Eduardo Chillida, y ahora por sus hijos, que consistía en un vaciado de la montaña de Tindaya para formar en el interior un cubo de 50 metros de lado. En cada una de las estancias se procedería a instalar unas chimeneas en forma de respiraderos con una longitud de 25 metros que darían entrada a la luz natural del sol y luna. No tan lejos de aquí tenemos el bosque de Oma de Agustín Ibarrola, que parece ser va a ser trasladado a otro lugar porque los pinos que pintó se han muerto. Se afirma que es uno de esos lugares en los que la cultura y la naturaleza se fusionan pero más bien lo que se produce es una transformación con destrucción de la naturaleza. Puestos a buscar muestras de arte natural en la naturaleza, es una pena que la canalización de la ría de Bilbao río arriba haya evitado la bajada de antaño de todo tipo de materiales e inmundicias en días de aguaduchos. Eso sí que era arte, y en movimiento. Además, se cerraron las minas y se dejó de tirar aceites y químicos y ello devolvió su color natural a la ría, quitándonos el disfrute de las diferentes tonalidades de sus aguas y manchas de aceites que petroleaban todo el entorno, de forma muy natural y artística. Ahora tenemos una ría muy natural y con poco arte, lo cual no tiene nada de malo.