Esperanza Aguirre alardeaba de que en sus charcas no le salieron ranas. Cristina Cifuentes mantuvo el tipo hasta el final como una heroína, pues entre otras hazañas logró una licenciatura universitaria sin exámenes, solo por ciencia infusa y falsificando las actas de calificación. Dimitió por dignidad. La nueva presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, tramitó un aval de un préstamo de 400.000 euros para una empresa quebrada de su familiar, a la sazón siendo diputada en la Asamblea de Madrid. La solidez de sus argumentos han causado rubor en los mítines de la campaña electoral. La ministra portavoz, Isabel Celaá, siempre digna y serena, ha amenazado con una multa de 900.000 euros y confiscar el Open Arms por salvar náufragos en el Mediterráneo. Los y las políticas que prestan sus servicios en la Villa y Corte, además de inteligentes y generosos tienen que acreditar en sus curriculums que son expertos en desenvolverse con fluidez por los juzgados, pues es altamente probable que tengan que comparecer ante los jueces, bien por corrupción o en otros casos por necias a la hora de argumentar cuando se les oye croar chapoteando en su charca. Y eso que la temporada de pesca de ranas está en veda.