El punto de partida pudiera establecerse en determinar qué se entiende por política y cómo se pretende poner en práctica. La política es conflicto y competición pero también cooperación y consenso, rigidez y flexibilidad, reacción y evolución. Todo ello lo encontramos concentrado entre dos claros enfoques de entender tan amplia y compleja relación de poder: España y Euskadi. En el caso estatal la polarización ideológica alcanza tal grado que anula cualquier atisbo de propuesta transversal y posibilista, se impone el ellos versus nosotros lo que conlleva a deslizarse peligrosamente hacia un cada vez más extendido populismo de derechas. Mala tendencia. En el otro lado de la balanza, Euskadi: el actual sistema político vasco con sus frenos y contrapesos, basados entre otros elementos por su diversidad ideológica, equilibra las tentaciones más extremas favoreciendo la centralidad y el pragmatismo. Se pudiera resumir que en España se dé el caso de, siguiendo un dicho muy castizo español, votar por cojones, irracionalmente y por cuestiones sentimentales. En Euskadi es previsible que nuevamente el voto racional se imponga, pero para aquellos que en otros comicios se inclinaron por opciones partidistas de ámbito estatal, en esta ocasión el verdadero voto útil sigue estando localizado en partidos de aquí. Los jeltzales sobresalen de entre todos ellos.