La gente que no quiere parece regalar armas porque no hay la menor exageración: los perezosos, los de ritmo caribeño que se jactan de ello, amén de los poco constructivos, se hacen fuertes cuando el resto se pone de costado. De vez en cuando hay quien se atreve con el aletargamiento y cuesta fijarlo sin que salga movido en la foto. Estudiantes de Secundaria hacen una prótesis de mano en 3D para su compañera. Coordinados por su profesor de Informática se atreven con una vía más allá del protocolo y la rutina y llevan a efecto valores muchas veces expuestos en presentaciones de organizaciones laborales: profesionalidad, equipo, respeto, apertura... y como resultado, satisfacción. Claro está que no se pide profesar igual iniciativa a nuestras perdidas, aburridas y en ocasiones inquietas neuronas, pero aceptar o formar parte de los que no quieren revela mediocre producción y compromiso con la esencia misma de la persona. Basta hacer una leve mención a nuestros baserritarras, desconocedores de perezas y sinónimos. Dicen los profundos que la felicidad son periodos transitorios. Igual hay que añadir que para alcanzarla hay que tomar la iniciativa.
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