Es evidente que la imagen de la política no pasa precisamente por su mejor momento. Tras el último gran fracaso de los políticos, al no entender el mensaje que los ciudadanos expresaron en las urnas el pasado 20 de diciembre y preocuparse más de sus intereses particulares que de los generales, la abstención -previsiblemente- aumentará. Ahora bien, es incomprensible que recién firmadas por el rey las nuevas elecciones para el próximo junio, se presenten los cuatro mismos políticos perdedores con las mismas propuestas. Porque de bien poco -o de nada- sirven las repetidas promesas hechas por sus cuatro líderes de reducir gastos en la nueva campaña, eliminando mítines, banderas, carteles y propaganda. Y es que, mientras la diferencia entre los programas de los dos grandes partidos sea tan abismal -manteniéndose aún el veto socialista al popular- y los podemitas vean con buenos ojos a los secesionistas, la hipotética gran coalición no deja de ser un bluf, es decir, una quimera.